OS HABLAR脡 de la chica peonza: se nota que se ha tragado m谩s de un tibur贸n blanco por su costumbre de beber los vasos de agua a sorbos muy peque帽os; lo digo porque tiene las u帽as cortantes, de tan pintadas de invierno, como forjadas con la aleta de destrozar cristales. A ella hay que amarla de lejos, como se ama a las estrellas o a los cometas que tajan de amarillo el cielo nocturno: si te acercas demasiado, podr铆an nacerte dientes en la espalda. Fueron tantos los hombres que se despe帽aron por tratar de subir a su cima con la ayuda de logaritmos; fueron tantos los que fracasaron por medirla con el cartab贸n universal de las otras mujeres... A ella solo se acercan los seres con chupete que se saben de memoria la balada de la infancia: a ella se llega con el coraz贸n descalzo o de ninguna manera.