DE MAYOR quería ser un cohete espacial, dijo, y todos sus compañeros se rieron. “Querrás decir astronauta”, le corrigió el profesor. “No, cohete espacial”, repitió ella con firmeza, y las risas se multiplicaron. Pero ella no cejó: con las mofas hizo queroseno; con los “imposible” de los maestros construyó el fuselaje; con sus ganas de ampliarse formó las dos aletas; y con su creatividad de niña incomprendida consiguió redondear la ojiva. Un día bautizó “VICTORIA” a su nave maravillosa y despegó tan potente, y con un sonido tan estruendoso, que desde entonces ya no le alcanzan las voces de abajo, que insisten desde el suelo: “¡Nunca podrá ser un cohete espacial! ¡No se puede! ¡No se puede!”.