Por qu茅 la carrera termin贸 hace cinco horas y Victoria todav铆a no ha llegado


NI SIQUIERA atendi贸 al pistoletazo de salida: mientras los corredores part铆an raudos hacia delante, ella se hizo despacio un mo帽o y se zambull贸 dentro con las dos manos. A la hora del primer avituallamiento estaba comiendo moras; cuando lleg贸 el segundo estaba jugando con los ni帽os; en el tercero les hac铆a pulseras de flores. “Se帽orita, la carrera es por all铆”, le dijo alguien, pero ella se quit贸 el dorsal y se lo puso con cari帽o a un perro labrador, que ya no se apart贸 de su lado. Cuando son贸 por megafon铆a “todos los corredores que lleguen a meta recibir谩n una estatuilla del escultor Rebello”, ella estaba recostada sobre la hierba, leyendo su manual de Epicteto, con esa paz de los peces inclasificables que lograron escapar de las enciclopedias.